Alberto Vera albertovera

Las Palmas, España

Fotógrafo de bodas Alberto Vera (albertovera). Foto del 23 de agosto 2017
Fotógrafo de bodas Alberto Vera (albertovera). Foto del 23 de agosto 2017
Fotógrafo de bodas Alberto Vera (albertovera). Foto del 23 de agosto 2017
Fotógrafo de bodas Alberto Vera (albertovera). Foto del 23 de agosto 2017
Fotógrafo de bodas Alberto Vera (albertovera). Foto del 23 de agosto 2017
Fotógrafo de bodas Alberto Vera (albertovera). Foto del 23 de agosto 2017
Fotógrafo de bodas Alberto Vera (albertovera). Foto del 23 de agosto 2017
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Andreea & Julio

Hace poco más de dos meses pude vivir una experiencia realmente increíble.
Andreea y Julio decidieron casarse en el pueblo natal de ella, Sinaia, Rumanía. Uno, antes de viajar a lugares desconocidos, procura buscar algo de información o vivencias de algún conocido que ya haya estado allí, pero a veces es mejor rendirse a la sorpresa. De todas maneras Andreea ya había dicho que su pueblo nos iba a gustar a todos. Y no le faltaba razón, ¡un pueblo de ensueño! Alrededor de una hora y poco después de haber salido de la abarrotada estación norte de Bucarest, las primeras montañas de Los Cárpatos se asomaban tímidamente en el horizonte. Las vías del tren comenzaron a tomar forma serpenteante, casi tocando la orilla del río que corría salvaje aún con las cristalinas aguas del deshielo del pasado invierno. A pocos kilómetros, el suave valle se torna cañón, surgen por los laterales escarpadas paredes de piedra envueltas por un frondoso bosque impenetrable, salvo para osos y zorros que vigilan la llegada de los nuevos desconocidos. Las primeras casas van apareciendo de entre la vegetación, señal de que poco queda para llegar a la pequeña y acogedora estación de tren de Sinaia. Es 9 de junio del año 2017, llueve y hace un poco de frio, pero contra todo pronóstico, al caer la tarde, el astro sol nos enseña con recelo sus últimos rayos, como enviándonos un mensaje – no se preocupen, mañana es el gran día, buenas noches y que descansen.- Y así fue, el radiante sol hizo su aparición al día siguiente, trayendo consigo el calor de su cuerpo. No pudo empezar mejor el mágico día, cada segundo se volvió inolvidable, los olores, los colores… cada rincón irradiaba luz propia, hasta los nervios previos a las ceremonias matrimoniales tradicionales rumanas se apaciguaban con la perfección con la que transcurría todo. Nada tiene que ver el ritual Ortodoxo-rumano a lo que estamos acostumbrados habitualmente. Pero pese a la diferencia cultural o religiosa, nada pudo impedir que Andreea, Julio y todos los presentes pasaran en grande el que fue y, posiblemente, será, uno de los mejores días de sus vidas. Todo lo contrario, esa diferencia cultural y religiosa promovió, aún más si cabe, la curiosidad por el mutuo descubrimiento entre todos los allí presentes. Tengo que decir que, para mi, se convirtió indudablemente, en uno de esos días imposibles de olvidar. El haber tenido la oportunidad de inmortalizar todos estos momentos, ha cambiado mi forma de ver este tipo de eventos sociales, abriéndome un abanico de perspectivas y haciéndome evolucionar en mi profesión.
Gracias Andreea y Julio.

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